Lecturas

Nada (Carmen Laforet)

La crítica

3. Los rasgos de Nada


"Hay en esta obra, además de la fuerte caracterización de los personajes, de los retratos humanos, de su mundo psicológico, trozos de paisajes, de ambientes, de interiores que tienen a veces tanto contenido como aquéllos. Sensaciones delicadas, matices suaves, tonos sombríos se entremezclan sutilmente para ubicar el tiempo y el lugar de los episodios.
En momentos determinados Andrea recuerda. Se presentan, entonces, sus vivencias de los siete años muy reales y hasta idealizadas con su ingenuidad infantil. Aparecen estos momentos con el ensueño propio de tal edad. También gracia y poesía hay en ellos. Todas estas características se definen muy bien en la evocación por contraste con sus apreciaciones de muchacha que las circunstancias le han dado sazón anticipada. Surgen en esta forma dos edades, dos épocas de la vida que se sopesan a través de imágenes del pasado y concreciones del tiempo presente.
Es notable cómo capta esta escritora en momentos determinados el estado anímico de los circunstantes. Así en el siguiente episodio: Andrea ha ido a una fiesta de gente adinerada, o sea a un medio muy diferente de aquél en que ella actúa; se siente menoscabada, sin firmeza; muy natural el cuadro en que esto se hace estimar. Tiene en esta reunión un amigo, compañero de estudios, entonces se agarra a él como a una tabla de salvación y no quiere "separarse de él para nada". ¡Qué atinado este detalle! ¡Cómo en momentos de timidez, de emoción, de situación desconocida nos aferramos a aquello qué pueda darnos algo de cimiento, de consistencia! ¡Y muy especialmente si se tienen dieciocho años y una figurita menguada! Carmen Laforet coge hábilmente estos sutiles pliegues psicológicos, y con rasgos someros los pone de relieve, dándonos perfecto conocimiento. "

ILLANES ADARO, Graciela (1971). La novelística de Carmen Laforet. Madrid: Gredos. P.39


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